Somos un poquito manipuladoras

Hay momentos de nuestros días que se nos da por manipular a nuestro compañero de vida,  fingiendo un dolor, o un estado de ánimo, solo para ver sus atenciones hacia nosotras,  podemos hasta llorar, mostrarnos muy pequeñitas delante de ellos, pero lo que no saben es que lo hacemos intencionalmente,  solo porque nos gustan sus atenciones, su consentimiento, y su manera de envolvernos en tanto amor y cariño.  

Cuando observamos desde fuera las relaciones de los demás nos resulta sencillo identificar si una está utilizando artimañas para manejar a la otra. No obstante, desde dentro del vínculo, la manipulación emocional invisible no siempre es tan fácil de detectar.

Es por ello que cuando estamos con nuestros amigos, vemos sus comportamientos y sabemos cuando es manipulación y cuando no, al momento de vernos a nosotros mismos es difícil notarlo ya que a veces lo hacemos de manera invisible o sin darnos cuenta.

Segun la psicóloga Elena Sanz, la manipulación es un proceso de dos fases que comienza de manera invisible. Nadie establecería una relación de ningún tipo con alguien que, desde el primer momento, le insulta, le humilla o le genera malestar. El manipulador va tejiendo una tela de araña en la que envuelve a la víctima y no es hasta que la tiene atrapada que muestra su verdadero rostro.

Hay que tener en cuenta que no toda manipulación se lleva a cabo de forma consciente y deliberada. Algunas personas, debido a sus propias carencias, sienten la necesidad de asegurar la lealtad y la dependencia del otro hacia ellos. Para lograrlo realizan, de forma inconsciente, ciertas acciones manipulativas. Estas conductas pueden venir desde la infancia, donde se desarrollaron como mecanismo de defensa, y aún siguen vigentes.

Muchas veces el manipulador no tiene conciencia de que lo es. Se trata de personas egoístas que persiguen un único fin: lograr sus propósitos, paliar sus miedos, llenar sus carencias utilizando para ello a otras personas. Evidentemente esto en absoluto justifica sus actos ni les resta gravedad, el daño psicológico que puede causar en la contraparte es abrumador.

Por otro lado, las carencias de la víctima y su propia historia personal también la vuelven más vulnerable a este tipo de relaciones de manipulación. Una baja autoestima y una incapacidad de poner límites nos coloca en una peligrosa posición en la que, sin darnos cuenta, podemos terminar cayendo en una dependencia emocional.

La psicóloga recomienda,  que la manipulación es un proceso prolongado y difícilmente detectable en un principio. Si queremos evitar vernos envueltos en una relación de este tipo hemos de estar alerta: evitemos idealizar a las personas y sospechemos cuando alguien se muestre excesivamente solícito e implicado desde el primer instante.

Igualmente trabajemos nuestra autoestima y nuestra independencia emocional, nunca cedamos nuestro poder personal a ninguna otra persona. Y sobre todo, escuchemos a nuestras emociones: si una relación se ha vuelto desagradable, si ya sólo te reporta dolor, cuida de ti y sal de ese lugar.


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