El miedo

En nuestra vida existen dias donde nos da miedo cualquer cosa incluso hasta dormirnos porque no sabemos si despertaremos,  o nos da miedo hacer algo arriesgado porque no sabemos que nos pueda pasar, o sencillamente nos da miedo dar la espalda a la puerta de tu habitación porque sientes que alguien va a entrar y te hará daño.

Y es que, todo ser humano hombre o mujer siente miedo, unos somos más expresivos, otros no tanto, desde la cosa más mínima o tonta hasta lo más fuerte o cruel todos llegamos a tener miedo. 

El miedo es una emoción muy útil para escapar o evitar los peligros, sin embargo, también es una barrera que puede interponerse en el disfrute de una persona y en caso de que sea excesivo, puede llegar a bloquear y a impedir el transcurso de una vida normal. De hecho, muchos de los trastornos más habituales tienen como origen el miedo a una situación real o posible, como la ansiedad, las fobias o los ataques de pánico.

La respuesta del miedo es autónoma, es decir, no la activamos voluntariamente de forma consciente. Los expertos establecen cuatro respuestas automáticas: huida, defensa agresiva, inmovilidad y sumisión. Además, se produce otra respuesta fisiológica en la que aumenta la presión cardiaca, la sudoración mientras desciende la temperatura corporal, se dilatan las pupilas y aumenta el tono muscular llegando al agarrotamiento.

¿Porqué sentimos miedo?

El estudio de las bases neurobiológicas del miedo se ha centrado en una región concreta del cerebro llamada la amígdala; la cual es una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico, es decir, nuestro cerebro emocional. Aclara el Dr. Andrés Villarreal, que esta área desempeña un papel clave en la búsqueda y detección de señales de peligro. Se podría decir que trabaja de forma análoga a un detector de humo: permanece inactiva hasta que el más mínimo estímulo amenazante la pone en marcha. Si no tuviéramos amígdala, probablemente no sentiriamos miedo.

Este mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, concretamente en la región más primitiva que se encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia como comer y respirar, a su vez, en el sistema límbico que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor y en general todas las funciones que aseguren la conservación y seguridad del ser.

Este sistema revisa de manera constante, incluso durante el sueño toda la información que se recibe a través de los sentidos, lo hace mediante la estructura llamada amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el miedo encargándose de localizar la fuente del peligro.

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